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Internet es hoy lo que es gracias al ingente esfuerzo de un grupo de ingenieros por ordenar la información de forma relevante en un entorno en el que los grandes portales habían vendido los resultados de las búsquedas al mejor postor. Mientras tanto, dos estudiantes de doctorado de Stanford proponían un método para calcular la importancia de cada web a partir de los vínculos que cada web recibía, así como de la importancia relativa de las páginas que emitían cada vínculo.

Pero la cultura popular ha inflado la importancia real del propio algoritmo e ignorado lo que convirtió a Google en lo que es hoy: su implementación eficiente en una red de miles de millones de nodos.

De los 24 millones de páginas web que su primera versión consiguió indexar, Internet ha crecido hoy hasta superar, según estimaciones razonables, los 4.000 millones de direcciones distintas. Dado que el algoritmo ha de buscar no solo los vínculos de primer orden que una página recibe, sino también los de órdenes superiores, el problema real no se encuentra en la idea original de cómo medir la relevancia en Internet, sino en lograr indexar el mayor porcentaje de sitios existentes de Internet (¡miles de millones!) y en evaluar los vínculos que entran y salen de cada web.

La idea del PageRank es solo un pequeño momento de inspiración al que siguió un enorme esfuerzo por parte de varios de los mejores ingenieros informáticos del mundo. Además, como veremos, la idea ni siquiera era original: solo se trataba de un concepto bien conocido por los matemáticos, una variante de la medida de centralidad para el cual muchos científicos habían ya desarrollado métodos de cálculo y aplicaciones prácticas.
El análisis de redes había nacido, lógicamente, mucho antes que internet. Una de las medidas más corrientes que los matemáticos habían desarrollado para evaluar la centralidad o influencia de un nodo sobre una red es la “centralidad del vector propio”.

Es necesario aclarar que, como es lógico y ético en la comunidad científica, en ningún momento Page y Brin se atribuyen la invención de su medida, ya que citan como fuentes anteriores usos de la misma y dejando bien claro que su aportación se centra en la computación eficiente del mismo en una red gigantesca y en el método de lectura y almacenamiento de las webs.

Además, Page y Brin tampoco pretendían convertirse en grandes empresarios, sino que sus aspiraciones estaban puestas en el mundo académico. Tras desarrollar el buscador hoy conocido como Google, intentaron vender su producto al mejor postor por todo Silicon Valley para así poder centrarse en terminar sus estudios de doctorado. ¿Y qué precio pedían? ¡Solamente un millón de dólares! Google fue incluso ofrecida a Yahoo, que rechazó la compra.

La frustración de no encontrar comprador les animó a seguir adelante con su idea, y el fin de la historia es conocida por todos: Google es hoy una de las empresas más poderosas del planeta. Quizá no tenga tantos beneficios como las empresas petrolíferas (y ni siquiera más ingresos que Apple), pero es la empresa con la mayor capacidad de obtención y procesado del petróleo del siglo XXI: la información.